lunes, 7 de junio de 2010

Hasta el moño.

Ugh.

Cuarto día sin salir de casa.

Me sigue doliendo la espalda òAó.

Y acabo de estropear mi obra maestra. ¿Por qué? Por culpa de mi dichosa mano.

No, el óleo y yo no nos llevamos bien, ni los caballetes ni el lienzo ni la puñetera imagen de Fye maravillosa que en su día me dio la vena de plasmar en un cuadro 60x45 (creo)

Arrrg. Y yo creyendo que el marrón oscuro era negro.

Y encima va y se escurre dejando un churrete marrón sucio en lo que llevaba pintado.

Eso ya fue el colmo.

Me odio.

Odio la maldita ocasión en la que me encaramé a aquel tobogán por la parte que no era.

Odio a aquel negligente cirujano que no me colocó en su momento los clavos para corregirme el hueso.

Quiero morir. No sirvo para absolutamente nada.

Oh, sí.

Para, como dice mi madre, estar siempre en el puñetero medio y dependiendo de los demás.

Hale.

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